viernes, 2 de enero de 2015

Anatomía de la Religión.

Definiendo la religión como un concepto, me encuentro ante un ejercicio que se institucionaliza y obliga al ser que lo practica a crear un entorno determinado por una estructura, unas leyes y un "deber ser" distanciado respeto al pecado.

La estructura tiene tres dimensiones, una determinante, una auto definitoria y otra satisfactoria:

Dimensión Determinante:

La determinante parte de la necesidad por definirse una serie de oficios dentro de ella, una jerarquía que se ve unívocamente definida por la cercanía hacia lo idealmente espiritual, es así como el sacerdote, el pastor o el maestro encarna el epicentro o puente de conexión con lo divino, producto de llevar a cabo las leyes y personalizar el "deber ser" según unas leyes establecidas.

Dimensión Auto-definitoria:

Desde estos individuos emerge una auto-definición del "deber ser" para el resto de integrantes, y el que encarna el fin (sacerdote) utiliza la palabra hablada y escrita para proyectar los medios para llegar a dicho fin, basado en un libro o una narrativa que esencialmente puede ser antigua o evidencia un evento extraordinario o milagroso, que en ultimas es uno de los fines al que muchos llegan a la iglesia, generando la tercera dimensión: 

Dimensión Satisfactoria:

La satisfacción para el creyente que se siente mas satisfecho en la medida que se acerque al ideal ser y con dicha cercanía logra efectos milagrosos en su mundo material y espiritual, reduciendo su angustia solo satisfecha por la pertenencia a la iglesia y la practica de sus leyes.

Las leyes no son impuestas, se definen por todos los integrantes como un eje natural en su accionar diario, para lograr la satisfacción, en ultimas mediatiza el fin satisfactorio, y genera angustia en caso de no alcanzarse, abriendo la posibilidad a una obsesión respecto al medio como un camino rápido para llegar al fin, es decir el creyente magnifica la ley por encima del fin (el querer ser idealizado y encarnado por el sacerdote o la palabra sagrada)



Mecánica de la Religión:


Existe una mecánica en este proceso, con dos movimientos contrapuestos que luchan en el creyente, uno ascendente que busca liberar el espíritu del cuerpo, en este sentido su energía se centra en demostrar con el pecado lo perjudicial que es dejarse vencer por el sentido descendente de  lo carnal (cuerpo), y perder la promesa o el objetivo final: el cielo y la cercanía al deber ser.




Dos mundos chocan en la psique del creyente, una guerra milenaria que hace parte de todas las religiones, enmarcadas dentro del individuo: en su cuerpo y espíritu, concepto anatómicamente diferenciados como caldo de cultivo para el dogma religioso, usando una herramienta que sintetiza lo maligno de dejarse llevar por los deseos carnales: el pecado y otras herramientas liberadoras: el perdón y el arrepentimiento.

El pecado:

El pecado como herramienta determina al creyente respecto de sus deseos, en el sentido explicativo, ya que realiza todo un manual sobre sus características, tipología y amenazas para el creyente, el pecado sintetiza todo lo no-deseado por la religión, ya que destruye la base primigenia de su estructura: la fe. 

El arrepentimiento y el perdón, enmarcan la promesa de libertad, libertad de los deseos carnales del cuerpo y su posible consecuencia: el pecado. Estos liberan al creyente de su culpa para sentirse limpio y reiniciar su camino ascendente hacia el perdón, acción que entrega al creyente la llave para destruir su culpa, pero que solo se corrige mediante el arrepentimiento que no es otro mas que los pasos consecutivos al perdón que terminan por alejar al creyente de las malas acciones, tendientes a ser repetitivas por los deseos carnales.

Evitando el castigo o Karma producto de haber atentado contra lo divino, contra las leyes, consecuencia destructiva del pecado, consecuencia de los actos malignos.

El bien y el mal son enemigos que luchan en una guerra sin fin por el creyente, el espíritu y el cuerpo son el campos de batalla, la angustia es la energía que fortalece y alimenta este conflicto proyectada en las acciones y pensamientos del creyente, dejando un producto: la sinergia de estas energías opuestas que se auto-determinan y se definen por contraposición.

Origen de la Religión / Tres momentos,


La religión ha sufrido múltiples transformaciones, conforme la estructura mental y social del creyente se ha modificado, en una forma reaccionaria esta se ha auto-definido dependiendo de las necesidades del creyente.

 1a etapa: Iglesia nativa y el Sacrificio.

En un primer momento el individuo (hombre) desconoce el mundo que le rodea, y por medio de igualación define la naturaleza y características de su mundo mediante un conjunto de divinidades que toman elementos del mundo del individuo para entender y lograr un equilibrio que garantice su supervivencia.

Es así como desde la edad de piedra el hombre crea divinidades que combina animales con poderes parecidos a la naturaleza para explicar la muerte y la vida, los climas, el día y la noche, empieza a evidenciar una dualidad que pareciera estar en guerra, donde las consecuencias son pagadas con su vida.

Esta etapa politeísta garantiza que la angustia (energía primigenia que nace con el individuo y evidencia que siga vivo) se aplaque y se pueda conllevar, compartiéndola con los demás individuos quienes las apropian y en conjunto la creen para mantener un equilibrio social, ya que en ultimas la religión garantiza que un individuo no mate a otro o atente contra si mismo, en definitiva que siga vivo y potencialmente reproductivo.

La religión convoca un orden social que garantiza la vida, sintetizado por un conjunto de dioses y leyes, con un elemento nativo inicial: el sacrificio. Para el individuo la sangre del sacrificio, es  garantía de buenas cosechas, buena caza y prole, garantizado a través de un trueque primario con los dioses, con un sacrificio donde un animal e incluso el mismo,  puede ser objeto de garantía para mantener el pacto con lo divino.

La relación primaria entre el creyente con su constelación de divinidades es vertical, lo Divino garantiza la existencia del hombre mientras este sacrifique lo que lo divino desea. Muchos grupos sociales incrementaron el sacrificio o lo redujeron como una practica de sus iglesias nativas para garantizar el orden, un evento cotidiano que empezaba a dar paso a dos energías que se oponían.

2da etapa: Humanización de lo Divino

Estos dioses primigenios son la proyección del hombre que da paso a una segunda etapa: La humanización divina, donde los dioses dejan su apariencia animal y toman forma humana, con ello el hombre humaniza y acerca la divinidad, pero dejándola con las cualidades y defectos de sus creadores, en esta etapa aun se mantiene el sacrificio pero se empieza a evidenciar una lucha entre los dioses, donde unos desean garantizar la existencia del hombre y otros atentar contra ella.

La guerra entre dos fuerza primarias, el bien y el mal es clara, pero aun sigue siendo mezclada por la presencia múltiple de todos los deseos carnales y espirituales en las cualidades de dichas deidades.

3a etapa: Monoteísmo

En un tercer momento, el politeísmo abre paso a un monoteísmo donde un solo Dios encarna el bien y el mal: el diablo como antítesis que le define, lucha entre dos fuerzas que incrementa la angustia en quien las cree, incluso se evidencia pasos claros donde el hombre ya no determina a su Dios, por que este ya se haya estructurado, enajenado como un ser independiente de quien en un primer momento lo creo para dar respuesta a sus preguntas, ahora es claro y definido y ya no se usa como herramienta para enfrentar el mundo físico sino para liberarse de el, del cuerpo como celda o prisión del alma.

El sacrificio en esta etapa es sublimado en el cuerpo del creyente, a través del abandono de lo carnal, como forma unívoca de garantizar la liberación del espíritu y comunión con su Dios.

Un castigo que es propio del creyente, el cuerpo del animal sacrificado en la primera etapa ahora es el cuerpo del creyente, es en este nuevo campo de batalla donde la angustia del hombre solo es satisfecha en la medida en que se acrece a su Dios y cumpla con sus designios, con lo cual  garantizara la permanencia de su espíritu y por lo tanto la existencia divina de su ser.

Génesis de las dos fuerzas que confluyen ahora sin rostro pero mas fuertes que nunca: La ascendente que libera al creyente de su angustia, la decente que lo aniquila y lo suma en su naturaleza física, limitada, débil y frágil.

Algunas Conclusiones:


La religión en síntesis es la respuesta para el ser que no conoce su razón de ser, que no define con claridad su caminar ni el sentido de este, que necesita de un ente superior que le determine al que llama padre o madre para aniquilar la angustia, pero en definitiva es propio de todo ser humano que se cuestione por su razón de ser y por las situaciones buenas y malas en su vida, además de responder a su estado posterior a la muerte.

Es una llave que garantiza liberar momentáneamente al creyente de sus deseos y de la angustia de su existencia, un estado que le ofrece tranquilidad, parecido al de la ciencia ya que convocan a un claro objetivo, eliminar la angustia, pero en el caso de la religión de forma dependiente de una explicación que no necesita de respuestas sino que se concibe como la solución, alimentada por la satisfacción propia del medio o estado existencial de lo divino como respuesta sin que sea respuesta, mientras que la ciencia incrementa la angustia y busca respuestas a todo, potencializando el humanismo y las cualidades del hombre como cabeza piramidal de la existencia, creyendo en el ejercicio dubitativo eterno la posibilidad de respuesta como eje liberador de la angustia.

Ambos ciencia y religión, son medios de liberación de la angustia, que encuentran en esta el campo ideal para liberar al individuo de su pregunta primaria en tres tiempos: ¿quienes somos? ¿a donde vamos? y ¿ De donde venimos?, el pasado y el futuro en un solo instante: el presente.




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